«Y llevará Aarón los nombres de los hijos de Israel en el pectoral del juicio sobre su corazón, cuando entre en el santuario, por memorial delante de Jehová continuamente.» (Éxodo 28:29).
Las vestiduras que Dios determinó que debía usar Aarón como sumo sacerdote del pueblo incluían un pectoral con los nombres grabados de los hijos de Israel. Su propósito era servir “por memorial delante de Jehová”, es decir, para tener presente en oración a todo el pueblo. Ahora bien, al leer esto es fácil extraer una aplicación como la siguiente: “—Aquí se nos muestra cuán dispuestos y dedicados deben estar los siervos de Dios para con el pueblo del Señor”—. Y aunque tal aplicación es válida; sin embargo, no es la aplicación principal. Este diseño de Dios tenía un propósito mayor, y era anticipar cuán dispuesto, sincero, compasivo, atento y amoroso sería el Gran Sumo Sacerdote que un día Dios haría descender del cielo para ser constituido como el único Mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre (cp. 1 Timoteo 2:5). Aarón era solamente un tipo de Cristo (cp. Hebreos 5:4-6). Considera entonces esto: Si un hombre imperfecto y sujeto a pasiones como las nuestras, tal como lo fue Aarón, debía interceder por los hijos de Israel con verdadera disposición de corazón; ¡cuánto más gloriosa es la mediación y el oficio sacerdotal de Cristo! Aarón murió, y una vez muerto su servicio sacerdotal pereció con él; pero Cristo, el Gran Sumo Sacerdote de nuestras almas, murió y resucitó, y se ha sentado a la diestra del Padre para interceder continuamente por Su pueblo: «¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.» (Romanos 8:34).
Cristo no necesita llevar un pectoral grabado con los nombres de los hijos de Israel para poder recordar; más bien, el Gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos lleva grabados en su propio corazón los nombres de cada uno de los que por Su obra ha constituido como hijos de Dios. Cristo nunca olvidará interceder por ninguno de sus pequeñitos, sino que cada día intercede por ellos ante el Padre.
Ahora bien, la pregunta clave aquí que toda alma de realizarse es esta: ¿Es Jesucristo mi Sumo Sacerdote? O bien, podría preguntarse así: ¿Está mi nombre grabado en el corazón de Cristo? Solamente quienes han creído en Cristo, se han arrepentido de sus pecados y viven ahora en obediencia delante del Señor, pueden afirmar que Cristo es ese Sacerdote Mediador que los recuerda con todo ruego delante del Padre y en todo momento. Pero si tú no has creído, entonces confía ahora mismo en Cristo, pues de una manera superior a la de cualquier sacerdote que haya tenido el pueblo de Israel, Él es «paciente con los ignorantes y extraviados» (cp. Hebreos 5:2). No hay alma en este mundo que no necesite a este Gran Sumo Sacerdote.